Argumento
En 136 páginas divididas en dos actos, El juego de la luna despliega los encantos conjugados de un mundo onírico, del relato iniciático y de la aventura, que toman cuerpo en Aldea, un pueblo impregnado de leyendas y supersticiones. El blanco y negro trabajado a la aguada, salpicada de sugerentes tonos rojos a lo largo de parte de sus páginas, sirve de maravilla a este relato intemporal, que se mueve también en un ambiente brumoso propio a las ensoñaciones, pero también a los peligros...
Y es que Aldea es un espacio inventado, un lugar inexistente en el que el tiempo parece haberse detenido. Un mundo perdido y casi inexpugnable, anclado en su propia historia, ajeno al progreso y a los avances tecnológicos, que no ha abandonado los modos de vida de la sociedad rural tradicional. Un mundo premoderno, en el que el pensamiento racionalista no ha llegado a asentarse y en el que la magia, la leyenda y la tradición explican el mundo tanto como el sufrimiento diario y la lucha por la supervivencia.
La gestación de El juego de la luna había comenzado 13 años antes en las habituales charlas de bares y cafeterías, que acabaron tomando forma en un tebeo de 24 páginas que Enrique Bonet realizó y autoeditó en 1995, con una tirada muy pequeña repartida entre amigos, editores y aficionados que se lo pidieron. Uno de esos amigos era José Luis Munuera.