Argumento
LA MUERTE DE UN FANTASMA
El «pato» de la Moncloa ha muerto.
- Querrá usted decir pacto, corrige en seguida el puritano de la lengua. Y no veo ninguna relación entre un pato y un pacto.
Bueno, pues a quien Dios se lo dé, San Pedro se lo bendiga. Pero también se le llamó «parto» y a la Moncloa, «Monclueca». Porque el dichoso pacto de la Moncloa iba a ser, ya se veía, un engendro raro, ni chicha ni limoná, ni carne ni pescado. Un patito feo, de cuya paternidad nadie se hacía del todo responsable: ni la oposición pactante, porque no se fiaba de la aplicación que haría el Poder; ni el Gobierno, porque, aunque la política hace extraños compañeros de cama, algunos ministros juraban que jamás se acostarían con esos rojazos socialistas y comunistas. Alianza Popular, capitaneada por Fraga, se oponía a todo porque su España era y es lo único importante.
Así que entre todos lo mataron y él solito se murió.
- Eso no es verdad, rugen por la derecha. Lo que pasa que con tanto pacto, tanta democracia y tanta leche querían que trajéramos el dinero de Suiza para pagar impuestos a Hacienda o invertirlo, no te jode. ¿No están conformes los españoles con que hayamos traído el porno, bingo, casinos...? Un negocio fabuloso, oye. Y todo por el bien de la democracia, oye.
- Exigimos al nuevo Gobierno el escrupuloso cumplimiento de los acuerdos de la Moncloa, exclaman por la izquierda. Hasta ahora hemos hecho la vista gorda porque Fuentes Quintana era amigo. Y Suárez, oye, un tío la mar de simpático. Aunque te venda duros a cuatro pesetas, se lo perdonas.